Investigadores de la Universidad de Valencia han descubierto que los circuitos cerebrales que involucran a la empatía, es decir, a la capacidad de ponernos en el lugar de los demás, convergen en parte con los de la violencia.

Una consecuencia importantísima de esto es que la activación de esos circuitos cerebrales hacia un sentido, por ejemplo, hacia la empatía, puede actuar biológicamente como inhibidor del otro, es decir, de la violencia. De esta forma, la psicoterapia y la educación basadas en la empatía representan un camino efectivo para reducir conflictos y agresiones.

La empatía es un fenómeno complejo que involucra varias habilidades como el sentido de la autoconsciencia, la habilidad para discernir entre nuestros sentimientos y los de las demás personas, saber mirar las cosas con la perspectiva de los otros y ser capaz de regular las respuestas emocionales de uno mismo.

Estas habilidades, que a algunos les surgen espontáneamente con facilidad, a otros les resultan más complicadas.

Con el desarrollo de las técnicas de neuroimagen para estudiar el cerebro humano en vivo, se ha logrado avanzar en la comprensión de cómo funciona el cerebro empático. Así se han descubierto las «neuronas espejo», que son neuronas que se activan al observar un estado motor, perceptivo o emocional de otro individuo. Las neuronas espejo facilitan la comprensión de los otros y sus intenciones, lo que está muy relacionado con el desarrollo de la empatía.

Al permitir explicar cómo somos capaces de comprender la mente de los otros, estas neuronas facilitan la conducta social entre las personas. Este descubrimiento ha permitido entre otras cosas enormes avances en la psicoterapia de las personas con autismo.

Las estadísticas demuestran que las mujeres son más empáticas que los hombres, y esto también tiene que ver con las neuronas espejo: en los estudios de neuroimagen se ha descubierto que en las interacciones sociales «cara a cara» las mujeres emplean en mayor medida áreas cerebrales que contienen neuronas espejo.

Las neuronas espejo también nos enseñan que la empatía puede desarrollarse, se puede aprender a ser empático.

En los últimos años los psicólogos hemos comenzado a tratar algunos problemas de conducta agresiva en niños desarrollando la empatía.

Este tipo de terapias se basan en la comprobación de que al ser el mismo circuito de redes neuronales el que controla tanto la empatía como la violencia, es bastante improbable mostrar ambas al mismo tiempo.

La experiencia avala este descubrimiento biológico, ya que cuando un niño es capaz de ponerse en el lugar de los demás, le resulta más difícil actuar con violencia.

También estamos trabajando en brindar asesoramiento a padres, para lograr que superen sus propias pautas de crianza y aprendan a educar y poner límites sin gritos ni golpes. La educación en empatía es la clave, y tiene que empezar en casa, estando luego especialmente atentos al iniciarse la escuela primaria.

En este momento, pueden aparecer las primeras burlas o agresiones verbales hacia otros niños, y hay que estas especialmente atentos en la pubertad, que es cuando el riesgo aumenta de forma exponencial. La experiencia indica que un niño agresivo o violento es generalmente un niño que sufrió maltrato.

Los malos tratos, el abuso infantil y la negligencia durante la niñez producen importantes secuelas en el cerebro. Los menores maltratados, por ejemplo, no muestran empatía y reaccionan con enfado ante el malestar de otros niños. Las áreas cerebrales dañadas a consecuencia del maltrato hacen que el cerebro sea potencialmente violento, más predispuesto al desarrollo de conductas agresivas, y también más propenso al desarrollo de psicopatologías

Tal como estrés postraumático, desregulación emocional, depresión, abuso de sustancias psicoactivas y trastornos de personalidad…

La psicoterapia cognitivo conductual es muy efectiva para estos casos, permitiendo al individuo maltratado aprender del trauma e integrarlo en la vida para crecer y madurar (resiliencia).

Se ha descubierto que hay en nuestro cerebro durante toda la vida cierta plasticidad neuronal que permite reparar o modular algunos daños. Se está trabajando también en la rehabilitación de criminales y personas violentas utilizando la empatía.

Las terapias están siendo exitosas, salvo en el caso de los psicópatas violentos, quienes al parecer presentan un cerebro carente de la capacidad de empatizar y comprender las emociones de los demás.